El éxito económico había llevado a Evo Morales a pelear por su tercera reelección pero una cuestionada diferencia en la primera vuelta, le valió una resistencia opositora que acusó de irregularidad el resultado. De este modo Evo no pudo demostrar que había ganado en primera vuelta y se resistió a ir a una segunda instancia como lo marca la Constitución. Las fuerzas opositoras pidieron la ayuda de la OEA para investigar el funcionamiento del escrutinio y tras el cuestionamiento del organismo internacional, los hechos se precipitaron.
Así, los dirigentes Carlos Mesa y Luis Fernando Camacho, comenzaron una carga violenta en las calles desatadas al día siguiente de los comicios del pasado 20 de octubre.
La negativa de los militares a respaldar la continuidad del proceso de Evo Morales que había ordenado la destitución de los miembros del tribunal electoral, lo dejó sin apoyo y en razón de los hechos optó junto a los principales dirigentes de su gobierno, por renunciar para evitar un derramamiento de sangre y más hechos de violencia.
El líder opositor Luis Fernando Camacho había entrado ayer a la casa de gobierno, con una carta renuncia que pretendía que firmara Evo Morales y una biblia que puso en el piso de la casa de gobierno, arrodillándose junto a otros dirigentes cívicos.
Antes del anuncio de Morales los jefes de las Fuerzas Armadas y de la policía de Bolivia pidieron al mandatario que renunciara, en línea con el reclamo de los dirigentes opositores golpistas.
Observadores políticos estiman que, en el mejor de los casos, si se continuara con una evolución normal de los hechos, pasarán por lo menos cinco meses antes de que pueda arribarse a un nuevo llamado a elecciones.